No se me dan bien las despedidas

Nunca he sabido decir adiós ni hasta luego ni nada por el estilo. Siempre que puedo evito ese mal trago. Lo mío es la broma fácil, el comentario jocoso que intente aliviar la tensión emotiva del momento. Lo mío es lo banal, la superficialidad, ya que no puedo permitirme el lujo de dejar entrever mínimamente algo de lo que acontece en mí de piel hacia dentro.

Hace poco alguien a quien realmente aprecio y quiero me decía que soy como una ostra ya que cuento muchas cosas pero poco o nada sobre mí. Y es verdad. Normalmente estoy cerrado a cal y canto y sólo muestro mi interior en momentos de descuido (involuntario o totalmente intencionado). Por ese motivo supongo que para que alguien pueda llegar a entenderme mínimamente ... tendrá que pasar años y más años observando, escuchando, leyendo entre líneas, intuyendo, adivinando, ...

No se me dan bien las despedidas. Quizás porque de pequeño no conseguía ocultar mis sentimientos y las lágrimas solían aflorar cuando menos quería. A lo mejor entonces era una ostra abierta que se fue cerrando con el transcurrir de los días.

Y en ese discurrir del tiempo encontré, suerte la mía, alguna otra ostra cerrada a cal y canto que escondía en su interior una preciosa perla.

Y en ese discurrir del tiempo tuve también que despedirme en más de una ocasión de alguna otra ostra de inmenso valor y valía. Nunca estuve sólo.

Hoy no puedo evitar el mal trago de una nueva despedida. Se me marcha a tierras lejanas alguien a quien podría calificar como mi mejor amigo ... y me quedaría muy corto ... más bien debería decir que se me marcha mi hermano (¿mi hermano pequeño ya que soy unos días mayor que él?). Sí, debería llamarte hermano y no porque hayamos sido compañeros en mil batallas y/o batallitas, o porque pertenezcamos a una misma hermandad (o hayamos fundado una nosotros mismos), o porque los lazos de amistad trasciendan de nuestras propias personas y te unan a mis hermanos (que son los tuyos) con igual o más fuerza que a mí ... Debería llamarte hermano, y no me equivoco al hacerlo, porque así te siento desde hace tantos años y sobre todo porque mis padres te quisieron y te quieren como a uno más de sus hijos y de igual manera tú -sin tonterías, sin palabras ni gestos vacuos- has demostrado en todo momento que les quisiste y les quieres como a tus propios padres.

A veces es más fácil escribir que hablar y siempre es más fácil sentir que expresar lo que uno siente. Yo siento alegría por ti, porque sé lo que de bueno supone y va a suponer para ti toda esta aventura que durará unos meses, unos años o quizá el resto de nuestras vidas. Pero permíteme que por un momento sea algo egoísta y te diga que te vamos a echar mucho de menos ... y permíteme que te diga que te voy a echar mucho de menos ... Muy especialmente extrañaré esa sorprendente capacidad que tienes para aparecer -justo en el momento que más falta haces- y ser capaz de cambiar mi disposición anímica simplemente hablando del tema más intrascendente que se nos pueda llegar a ocurrir en un momento dado.

Es tiempo de despedidas. La vida cambia y tenemos que decirnos hasta pronto, hasta la vista, hasta luego, ... Nunca adiós. Adiós es una palabra reservada del lenguaje y:
si (un día tenemos que utilizarla) entonces (todo este inmenso Programa en el que vivimos dará un error de compilación y se irá definitivamente "por la olla")

Es tiempo de despedidas, de sueños que deben cumplirse, de "equipaje emocional" que por suerte se cuenta por toneladas, de recuerdos, de algo de nostalgia (por qué no decirlo), ... Y, si os digo la verdad, no me va a importar mucho si en estos días se me escapa alguna lágrima ... será señal de que esta ostra poco a poco se va abriendo ...

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