El 23 de febrero de 1981 tenía yo exactamente dos años, cinco meses y dos días, por lo que mi particular recuerdo de la intentona golpista es más bien difuso y escaso, por no decir prácticamente nulo.
Lo que sí me contaron a posteriori es que en tal fecha deberíamos haber estado en Madrid y, siendo lunes el 23-F, probablemente aquella histórica tarde la habríamos pasado en una zona muy próxima al Congreso de los Diputados. Pero quiso la fortuna que el final de una obra o el inicio de una mudanza pospusieran los planes familiares retrasando unos cuantos días mi cita con la capital del Estado.
No sé con exactitud cómo viví aquellos momentos pero se ve que debieron impresionarme bastante, hasta tal punto que justo al pasar frente al Congreso (varios días después del fallido golpe) a bordo de un clásico taxi madrileño (con su impecable banda roja y su escudo con el oso y el madroño ...) no tuve por más que espetar un "se sienten ¡coño!" que por lo visto, tras el estupor inicial, provocó la carcajada generalizada entre los ocupantes del vehículo y muy especialmente la del señor conductor (al final siempre acabo haciendo amistades entre los taxistas). Cosas de niños de dos años, cinco meses y dos días.
El 23-F en cualquier caso debió ser un día en blanco y negro, con mis padres y mis hermanos, todavía en casa de mis abuelos maternos (si no recuerdo mal nos mudaríamos en Semana Santa de ese mismo año). Aquella tarde-noche por primera vez en muchas décadas se volvía a hablar de "lo que pasó" y de "lo que pasaron" en su día aquellos a los que les tocó vivir de cerca un episodio tan traumático como una guerra y lo que es todavía peor (si cabe) una guerra civil.
Mi abuelo materno estuvo en el frente, en el bando que tocaba por obligación y por demarcación geográfica, eso sí, aunque tuvo la mala suerte de tener que participar en aquel conflicto al menos coincidieron obligación e ideario (que si encima a uno le toca dar la vida por ideas opuestas a las propias ...). Y lo cierto es que tuvo que pasarlo realmente mal viendo morir compañeros, teniendo que matar él también (supongo) e incluso estando a punto de perder su vida (y en consecuencia la de toda su descendencia ... quien esto escribe incluido). La guerra marca, puede marcar físicamente (por ejemplo con una herida por metralla en la rodilla que te obligue a recordar cada vez que caminas, haces algún esfuerzo físico o simplemente cambia el tiempo) pero sobre todo marca psicológicamente, y a mi abuelo lo marcó bastante, lo suficiente como para no querer hablar (casi) ni una palabra sobre aquel asunto y pocas más sobre cualquier otro.
Y si a mi abuelo estuvieron a punto de matarlo los del bando contrario pues los del bando propio tampoco fueron a la zaga en semejante intento. Cosas de los abuelos, más bien de los bisabuelos ... Los padres de mi abuelo tuvieron varios hijos entre ellos uno al que llamaron Manuel y que murió siendo muy pequeño (no sé si tenía quizá meses o incluso si llegó a la cuarentena), así que al siguiente vástago al que pusieron por nombre Franciso (mi abuelo) por esas "cosas de los antiguos" todos empezaron a llamarle Manuel. Y eso nunca fue un problema ... al menos antes y después de la guerra ... porque durante la guerra ... Durante la guerra mi abuela mandaba cartas a su por entonces novio, dirigidas a nombre de Francisco (que era su nombre real) y encabezadas siempre por un "Querido Manuel" (como no podía ser de otra forma), provocando las sospechas de los oficiales encargados de inspeccionar el correo quienes alertaron a sus superiores de la posible existencia de un infiltrado con nombre en clave "Manuel". Y si la familia de mi abuela no hubiese tenido gran amistad con el comandante de puesto de la Guardia Civil y si este hombre no hubiese intercedido en su favor, pues ...
Supongo que aquel 23 de febrero de 1981 todas estas cuestiones que estaban en el aire, orbitando alrededor de los protagonistas de nuestra historia, durante unos instantes parecían volver a tomar cuerpo, casi empezaban a materializarse y eso la verdad es que tiene que asustar y no poco. Precisamente ese miedo a lo que había pasado y a lo que podría pasar encendió más de una alarma y alguna que otra abuela (la abuela de Madrid sin ir más lejos) hizo acopio de conservas y productos no perecederos que luego tardarían varios meses en ser consumidos (aunque según decía no hace mucho mi tío Antonio -el de Madrid-: "hasta hace dos días hemos estado gastando latas de las que compró la abuela cuando lo de Tejero").
Si aquella tarde fue larga (pegados al "transistor" y a la tele, comprando en tiendas cercanas y recogiendo cada cual a su rebaño para guardarlo en casa), la noche todavía fue más y sé que más de uno escasamente pudo conciliar el sueño. Entrada la madrugada el Rey "salió por la tele" y parece ser que ahí acabó todo, no sé bien si por méritos de quienes debían defender la democracia o por errores de quienes intentaban atacarla, pero lo cierto es que el golpe acabó (o comenzó a finalizar) en ese preciso instante. Hoy, tres décadas después, debemos congratularnos de aquel fracaso porque si el general Armada y compañía hubiesen conseguido su objetivo probablemente en la actualidad España sería un país sin peso alguno en los centros de decisión internacional, únicamente mantendríamos buenas relaciones con otros regimenes dictatoriales, los medios de comunicación que no fuesen afectos al régimen serían perseguidos, las libertades individuales se habrían recortado notablemente, la corrupción de los gobernantes sería generalizada, los mismos gobernantes harían leyes a su medida que además aplicarían según sus propios intereses (sin pudor alguno), los jueces se irían de caza con los ministros, nuestra economía estaría literalmente hundida con niveles de desempleo insostenibles, probablemente la banca habría sido nacionalizada y quién sabe si la militarización de los servicios civiles no habría llegado incluso hasta el control del tráfico aéreo ... Cosas de una República Bananera.
martes, 22 de febrero de 2011
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ostrillizos: 2-5-2: any given monday
El 23 de febrero de 1981 tenía yo exactamente dos años, cinco meses y dos días, por lo que mi particular recuerdo de la intentona golpista e...
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2 comentarios:
Pues bien dices "menos mal que fracasó"...
Por cierto, ¿cuándo vas a escribir las Memorias de la Familia?
Último párrafo antológico, para guardarlo en txt sin formato y tenerlo en el escritorio para enseñárselo a los amigos. Sin ironía ¿eh? que una ironía sobre hace perder el norte.
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