domingo, 23 de mayo de 2010

La sociedad de los débiles

Cuenta Leopoldo Abadía (un tipo con el que comparto únicamente algunas de sus opiniones) que el "Estado del Bienestar" debilita al individuo.

Cuando las necesidades básicas se encuentran cubiertas y además dicha cobertura cuenta como garante nada más y nada menos que con el propio Estado, existe la tentación de ampliar notablemente el catálogo de tales necesidades básicas con respaldo público. Y en tal situación el individuo conformista comienza a debilitarse, su existencia se vuelve carente de objetivos y se amolda a un sistema que sin pedir nada a cambio (quien dice nada ... dice un voto cada cuatro años) ofrece mucho más que los mínimos necesarios para calificar como "digna" la existencia de cualquier individuo.

Y escuchando al profesor Abadía vienen a mi mente dos pensamientos (bueno unos cuantos más, pero digamos que dos principales). En primer lugar, el doctor Benítez Rochel, mi profesor de Fundamentos de Economía, quien afirmaba que el comunismo no es compatible con la naturaleza humana y relataba la experiencia en países del Este donde todo el mundo hacía cola aún sin saber cuál sería el objeto final de la misma (seres autónomos y con potencial para desarrollarse que se vuelven conformistas y dependientes) y donde, por otro lado, los trabajadores obtenían como única recompensa a su esfuerzo el privilegio de ser incluidos en el "cuadro de honor" de la correspondiente industria a la que hubiesen sido asignados ... con la consiguiente desmotivación generalizada. Tan incompatibles resultan ser comunismo y naturaleza humana que incluso la férrea represión dictatorial resulta insuficiente para el sostenimiento del sistema.

El segundo pensamiento por su parte está relacionado con la brillante¿ idea del gobierno autonómico andaluz (una región en la que, para nuestra desgracia, las reservas hídricas suelen brillar por su ausencia) de potenciar la puesta en regadío del olivar. Durante milenios los olivos de la península ibérica se han adaptado a unas condiciones escasamente benévolas y en tales circunstancias han rendido como pocos cultivos logran hacerlo. Y ahora dicen los políticos, oteando quizá un horizonte temporal no superior a dos o tres décadas, que sería conveniente (al objeto de aumentar la productividad) que las explotaciones oleícolas incorporasen sistemas de riego (con la consecuente debilitación del olivo que, como es lógico, se adaptará a su nuevo estatus, y la evidente insostenibilidad de semejante situación).

En fin, el principal problema de toda esta historia de "la sociedad de los débiles" probablemente va a ser el agotamiento de los recursos (naturales, materiales, etc.) y el agotamiento de los encargados de generar tales recursos ... que el mejor día lo van a mandar todo ... a Alaska por la parte más corta.
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