El cuarto movimiento de la novena sinfonía

Tercer intento. Batuta en mano golpeo, tres veces, el atril depositario de las partituras. Centro la vista en el título: Sinfonía n.º 9 Op. 125, Ludwig van Beethoven.

Elevo los brazos. Es la segunda ocasión en que dirigiré una orquesta y aún así me puede la emoción. Un guiño al maestro y ... que empiece la función ... que se encadene una sucesión de notas que todos escucharán mas sólo una persona (puede que dos) podrá interpretar por completo ... espero ...

"Himno a la Alegría", "Himno de la Alegría", "Oda a la Alegría", "Oda a la Libertad", ... Beethoven pone la música en RE Menor inspirada en los versos de Johann Cristoph Fiedrich von Schiller. ¿Acaso sabía el romántico weimarés que su obra se enlazaría "in aeternum" con la inspiración de su compatriota? ¿acaso sabía también que llegado el momento no dudaría su humilde seguidor en solicitar su presencia en el instante acordado?

Finaliza el movimiento. Alguien habla, pero yo no escucho, sólo oigo ... y espero su beneplácito. Concedido. Comienza una nueva pieza, original en este caso, guardada celosamente por un autor reticente a escribirla y más aún a desvelar su contenido. La obra de una vida resumida en apenas unos minutos y el director-compositor titubea ... los sonidos siguen su propio camino guiados por la emoción ... los instrumentos parecen gozar de voluntad propia ... las primeras frases siguen resonando ...

Abandono el atril, feliz y roto, roto y feliz, finalizada la labor encomendada y apenas principiando mis nuevas tareas ...

Cuarto movimiento, segunda lectura (no toda la información reside en el espectro visible o audible), tercer intento ... ¿necesitaremos un cuarto?

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